Este 8 de
marzo de 2017, se conmemora en un contexto histórico y político lleno de
dificultades para la sociedad en general y para las mujeres en particular.
El contexto
del que hablamos está marcado
por el ascenso de la extrema derecha en el mundo occidental como consecuencia
de las políticas reaccionarias llevadas a cabo por los gobiernos europeos, del
repliegue de la social democracia a favor de los mercados y los envites que
sufre la izquierda allí donde pretende tener influencia política.
En este
mundo globalizado dominado por grandes multinacionales y fortunas, por
monopolios y mercados, significa para
las mujeres la paralización de todas las políticas públicas que estaban
encaminadas a conseguir mayores cotas de igualdad y, aún peor, el avance de una
cultura global que desdeña la igualdad como principio de convivencia.
Por eso hoy
más que nunca debemos asentarnos en los pilares del feminismo. Ese feminismo
que persigue el respeto a las diferencias y la igualdad real. Ese feminismo
alejado de la política revisionista y acomodada en las instituciones. Ese
feminismo que cambió el mundo a través de una revolución que modificó la
práctica y el sentido de la política, transformando sus objetivos en
Universales.
Los poderes públicos tiene la
responsabilidad de poner los medios a su alcance para que la igualdad sea una
realidad inaplazable bajo ninguna circunstancia.
La igualdad
real entre mujeres y hombres necesita de una educación, de una salud, de
una historia, de una cultura, de
una economía,... enfocadas con
perspectiva de género. Ello sólo es alcanzable mediante la voluntad decidida y
tenaz de los gobiernos e instituciones públicas.
El 8 de
marzo, Día Internacional de las Mujeres, es el momento para que todos y todas
mostremos nuestra disconformidad con la desigualdad entre mujeres y hombres.
Comprometiéndonos
a exigir:
Que se tomen medidas
reales, cualificables y cuantificables para que la igualdad de las mujeres sea
un hecho y no una mera aspiración.